Por Andrea González
Alfonso Cuarón se erige, sin duda ni respingo alguno, como uno de los maestros el cine y como un genio de la ciencia ficción. Es imposible no sentirse maravillado e intimidado ante la riqueza visual de Gravedad: el cuidado de las imágenes es estricto, delicado, elegante: los planos secuencia y los efectos 3D conmueven por su realismo, de manera que lo difícil es no preguntarse si realmente se filmó la película en el espacio. No tan difícil como para preguntarlo al director, pero sí para sentirnos transportados al infinito. Con estos elementos, Cuarón le rinde un tributo a la belleza de la Tierra, nos hace reflexionar sobre la esperanza perdida, sobre el papel de la humanidad en el mundo y sobre lo poco que apreciamos lo que tenemos a nuestro alrededor, como el suelo firme, para empezar.
Estamos ante una película tan real como se le puede pedir al cine que sea, tan bella como el arte debe ser, y tan espectacular como se necesita para atraer al público posmoderno.
Es una película totalmente nueva, probablemente irrepetible, apta para el espectador del siglo XXI: no sólo vemos a los actores que tantas y tan freudianas fantasías nos inspiraron, sino que redescubrimos el viaje al espacio, el amor por la vida y, sobretodo, la sorpresa, eso tan difícil de conseguir que, por primera vez en muchos años, nos mantiene cautivos y agarrados del asiento para no sucumbir a los efectos de la gravedad.
Es admirable también el ritmo narrativo Gravedad, y el hecho de que la película se sostiene sólo con dos personajes, o al menos con un personaje y con George Clooney interpretando a George Clooney. Las tomas gratuitas y constantes de las piernas de Sandra Boullock y la consolidación de los personajes a partir de diálogos bastante dramáticos y exagerados tienen toda la armonía y el sentido que Cuarón, honesto y desenfadado, querían que tuvieran: esta película está buscando un Óscar, y si no lo consigue con el excelente planteamiento, lo conseguirá con el chisto sobre los rusos que cuenta Clooney en los primeros 15 minutos de la película.
Por último, si bien la película revela una situación muy adelantada respecto al referente científico, también contiene elementos de la literatura de ciencia ficción clásica. Alberto Chimal, el escritor mexicano, identificó de inmediato el cuento “Calidoscopio”, de Ray Bradbuy, como una de las posibles influencias de la película, lo que nos remite a pensar que el arte actual está sustentado por los grandes mitos y relatos que alguna vez otros genios imaginarios, y que es necesario retomarlos para volver a tener fe en el mundo y en la vida. Hay que creer, en efecto, que Gravedad es real, porque lo es: es la crónica de un viaje a la consciencia olvidada del niño que creció sin convertirse en astronauta.
¿No la han visto? Aquí el trailer..
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