Rob Epstein y Jeffrey Friedman son dos realizadores bastante solventes a la hora de abordar la narrativa cinematográfica, sus trabajos pueden o no gustarte, pero sin duda logran provocar el dialogo con el espectador, la reflexión y un buen momento frente a la pantalla.
Ambos emergieron como documentalistas, sin embargo, en los últimos años han aprovechado ese recurso para meterse al terreno de la ficción, para no ir más lejos basta citar el magnífico filme Howl (2010), en el que James Franco personifica al poeta Beat Allen Gingsber, contándonos todo lo que su aullido desato.

Al hablar de Linda Lovelace es inevitable hablar de “Garganta Profunda”, aquella película que en 1972 catapultó a la industria del porno, logrando introducir al cine XXX en la cultura popular, recaudando de paso ganancias millonarias y dejando tras de sí una estela de periplos para su protagonista, cuyo real nombre era Linda Susan Boreman, nacida en 1949, bajo el seno de una familia castrante, con una madre enajenada por la televisión y la religión, de padre policía y llegando a la adolescencia ya con un embarazo del que se deshizo dando en adopción a su primogénito.

Lovelace, es una película que da voz a la garganta profundamente acallada, sin moralina y sin despotricar en contra de lo que puede haber detrás de la industria del cine porno, una film que intenta hacer contrapeso a la leyenda de garganta profunda, para contar la historia de quién protagonizó aquella otra película, de la cual ni si quiere le toco lo que le correspondía en ganancias.
En el planteamiento de Rob Epstein y Jeffrey Friedman, “Lovelace” no es “Garganta Profunda”, Lovelace es Linda Susan Boreman.
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