Andrea González
@kissmeorfuckyou
Upstream color es
una película difícil de ver, difícil de explicar y difícil de entender, pero,
sobre todo, es una película muy difícil de olvidar. Nos encontramos en el mundo
del fragmento. Nos perdemos en la historia cíclica de un momento. Sentimos
desesperación por la paz que estamos viviendo. Upstream color nos transmite, mediante la luz, la oscuridad de las
almas de sus personajes, y probablemente de todas las almas.
Dirigida,
producida, escrita, musicalizada, montada y protagonizada por Shane Carruth,
junto a Amy Seimetz y Andrew Sensening, la segunda obra de este autor reúne al
cine de horror, con la ciencia ficción, el romance y el drama. Kris es una
mujer perturbada debido a una fuerte agresión, y conoce a Jeff, con quien
establece una conexión profunda y complicada que los lleva a enamorarse y vivir
juntos. Sin embargo, la afección de Kris exige respuestas acerca del desorden
que padece y la acercará a un personaje siniestro.
¿Ven?: es
difícil de explicar. Tanto que no tiene una sinopsis específica, sino que cada
festival que la expone propone una nueva. Lo cierto es que es un filme que
tiene más de una lectura y que el espectador se esforzará por llenar los hoyos
en la trama sin conseguirlo, porque las metáforas visuales son tan efectivas y
la narración es tan perturbadora que es imposible distraerse. Y, sin embargo,
es una cinta que se construye a sí misma y a su propia estética: Upstream color es un poema sobre el
horror, una pesadilla hermosa, una inspiración para un nuevo tipo de cine de horror. Y, definitivamente no se la pueden perder, es decir, ¡sólo vean el trailer!:
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